ojos celeste
cuerpo mórbido impregna veloz la oscuridad sin distancia
donde boca palpa y estrecha
como si no quisiera desprender aun sin prender el diamante circular
cuando la suma del índigo labial
dobla como cilindro en tiras
dientes guillotinan el ápice del viento
cristales truncos y puntiagudos sin sosiego, cegados por el vaho ajeno,
caen como estalactitas fijándose en tierra fértil
compartiendo el mismo espacio
bañándose en reverso y anverso
sueño de Heráclito que no concibió
la dualidad de un sólo cuerpo ni tampoco la física
quiso ver anudar en sustancia la posibilidad de un mismo lugar
corpúsculo diminuto
semilla donde Narciso encuentra centenares de luces danzantes
gritando eufórico el dolor del placer
envuelto en manta estalla
turquesa escurridiza debajo los parpados sutil caricia
liquido metal acuoso, hasta aquel confín
iris columpio de esfera desorbitada sin traje lunar
permanece sin aliento cohabitando a través de la mirada electrizante lo inmaterial
efluvio de ideas,
vértice mantarralla,
anestesia añil humede inocua piel descarnada
cierto, se convulsiona dentro de la caverna
el propio aire huele a asfixia desmorona
siente desfallecer en marea,
inmediatos cuerpos emancipados,
guardia rota,
desbordados como manecillas del tiempo surreal,
continúan la marcha enloquecidos pasos
camino del ouroboros
noche que no ha de brillar