jueves, 25 de diciembre de 2008

E l l a

Isla helicoidal de parpados delicados como balsas de papel, manos suaves tan seguras como los brazos de una hamaca; mujer de desvelos construye sueños con el tiempo; palabras suaves encuentran la mirada idónea para no destrozar y si destruyen es a través de la mirada débil y oraciones breves.

¡Ay vida!, te escurres tan repentina, por qué de entre los planetas me voy al tuyo, de entre las espirales me enredo en ti; de tantos rostros me pongo el tuyo. Durante la umbra las palabras arrullan la desesperación, tibia corazonada se balancea en tus brazos, extensiones emocionales, espontaneas así como hoy encuentro en el pórtico tu sonrisa lumíca, esa que desearía nunca extinguirse, no lo hace, es constante, estás bien.


El espacio oscuro de la tarde, frio, asomándose despierta preguntándome dónde estarás mientras tu imagen vagabunda trepa impregnándose, el día reconoce que no fue ayer ni hace unas horas que has dejado de estar, en palabra, sin presencia de emoción, por tanto el lugar torcido reconoce lo paradójico lo poco genuino de este acuerdo.


Es que esta plática no es conmigo o quizá ya la hemos tenido; trabalenguas a diario, esta vida nuestra aguarda extinguirse urgente sin nosotros, ¡Vida mía! Detente, no mires, prohíbe que la luz de una obviedad observe desde 25 millas de altura y disimule nuestro encuentro, ¿qué esperas para devolver el impulso dejando a un lado el protocolo antagónico?